El silencio es el perfume de la soledad.
Cada vez que me abstraigo mirando a la gente pasar, sonriéndoles cuando sus ojos aciertan a los míos, siento al silencio, el que lleva la brisa ardiente, el que calla al ruido del agua, al juego de los niños.
Como el de la única pareja a la que atiendo hoy. Les ha invadido el silencio áspero, el maldito de desamor. Él la llama pero ella no escucha. Me mira; le llegan las esporas del hongo lóbrego de mi soledad.
Está inclinada y observa fumando la plaza. La mano sostiene el gesto que provoca que el humo se arracime en su pelo. Negro y rizado. Como café.
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